Iniciamos proclamando, como el gran humanista Erasmo de Rotterdam: “Todo el mundo es una patria común”. En tal virtud corresponde a todos sus habitantes hacer de esta patria formidable, un ambiente sano, más felizmente habitable y pacífico, y, en lo posible, menos maltratado, menos herido y ofendido por conductas y acciones irresponsables, y políticas contrarias a toda prudencia, a toda civilización, a toda ética, bases en que debe desarrollar y evolucionar la convivencia del hombre con el resto de la fauna y con la flora.
Nada se dice -ante la dramática realidad- sólo por decirlo, aparte las especulaciones; la realidad que nos circunda con sus dramáticas variables, es el mejor e irrevocable fundamento. Queda así expuesto que, en toda la historia de la humanidad, nunca antes se había hallado la tierra bajo la amenaza simultánea de la deforestación, la erosión del suelo, la desertificación, la extinción de numerosísimas especies de plantas y animales, la reducción de la capa de ozono, la contaminación, el calentamiento del planeta, la muerte de los océanos y la explosión demográfica. “Otro reto al que se enfrentan las sociedades modernas, es la vertiginosa velocidad del cambio” (las transformaciones, la mudanza), según lo señala el libro “Historia verde del mundo” Ed Ayres, editor de la revista World Watch, escribe: “Nos acercamos a algo tan absolutamente ajeno a nuestra experiencia colectiva que, de hecho, no lo vemos a pesar de que las pruebas son abrumadoras. Para nosotros, ese “algo” es el bombardeo de enormes alteraciones biológicas y físicas que está teniendo lugar en el mundo que nos ha sustentado hasta ahora”.
Era el amanecer del año 2000 cuando se consideró, como advertencia temprana, que “al mundo probablemente le guardaba una década de supercatástrofes- algunas ya habían acontecido en antiguos períodos de la historia planetaria- ciclones, terremotos, grandes impactos de meteoritos…lo que ya sucede con dolorosa frecuencia según nos consta. La Federación Internacional de las sociedades Cruz Roja y Media Luna Roja, hace saber que “hay grandes poblaciones susceptibles de sufrir graves tragedias. De las cincuenta ciudades del mundo de más rápido crecimiento, cuarenta están situadas en zonas sísmicas, y la mitad de la población del planeta vive en regiones costeras, expuestas a la elevación del nivel de los mares”.
El programa de la ONU para el medio ambiente, sostiene -con amplísima razón- que “la tierra es un recurso natural tan importante para el bienestar del género humano y el ambiente, como el agua y el aire puro”.
Comments